1.Sé testigo de tus pensamientos
Imaginate que pudieras salir de vos mismo, observarte desde arriba y decir: ¡Ah! Estoy pensando en esto. ¿Cuáles son esos pensamientos? ¿Cuántos de esos pensamientos incluyen la palabra NO? No voy a poder, no me sale, no se me va a pasar, no va a a cambiar… ¿Cómo te hacen sentir estos pensamientos? ¿Qué emocionalidad generan en vos?
¿Por qué te digo esto? Porque hay una coherencia entre lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos. Tus pensamientos gatillan en vos una determinada emoción. A su vez esa emoción, te predispone a una determinada acción.
Si querés cambiar tu emoción, hace falta que canjees los pensamientos negativos por otros que te ayuden a sentirte mejor.
2. Mantené una energía positiva
Intentá encontrar el lado positivo de lo que te pasa. Observá lo que estás aprendiendo e integralo a tu vida. Compartí tus aprendizajes con los que te rodean. Recordá que las emociones no son sólo de la persona, sino también hay una emocionalidad del lugar. Es importante entonces, mantener la energía positiva para que haya buena vibra en el hogar.
3.Observá dónde ponés tu atención
Donde pones tu atención, pones tu foco y por lo tanto tu energía. ¿Dónde vas a elegir poner tu atención? ¿En las cosas que te abruman y te llenan de pensamientos negativos? ¿O en las cosas que te gustan y te hacen sentir bien?
No podes cambiar lo que te pasó. Pero si podes elegir qué hacer hoy con eso que te pasó. Podes elegir donde poner tu atención para lograr el equilibrio que estás buscando.
4.Recibí las emociones que te visitan
Tomate un tiempo para observarte y tomar consciencia de cómo te estás sintiendo. Identificá las emociones que te visitan y no intentes evadirlas. Aceptalas, habitalas y expresalas de forma tal que sean un espacio saludable para vos. Si sentís que esto no te es posible, buscá apoyo en tu red de amigos, familia y profesionales para que te acompañen a gestionar tus emociones de una manera favorable.
5.Sacate el traje de super poderoso
No es momento para que creas que podés con todo, tal como lo venías haciendo hasta ahora y además, sin sentirte afectado por la situación. Es momento para que le des rienda suelta a tu vulnerabilidad. Está bien que digas: ¡no puedo con todo!. Establecé tus prioridades y no pretendas hacerlo todo perfecto. Lo importante es que te pongas en acción, ya habrá tiempo para perfeccionarlo más adelante. Y no esperes a estar desbordado. ¡Si necesitás ayuda, pedila a tiempo!